Red Velvet Navideña

La Navidad tiene siempre cierto aire de nostalgia, verdad? Además yo creo que es cuando afloran más las emociones, bien sea por los recuerdos de nuestra infancia y que nos gustaría revivir o por echar de menos a esos seres queridos que ya no están y que, aunque no olvidamos nunca, en estas fechas aún los recordamos más. 

Y desde luego que no todo el mundo las vive de igual forma. Para unos es una época feliz, alegre, familiar… y para otros pues son días de estrés, ansiedad, agobio por todo lo que conlleva: planificar y elaborar menús, comprar y envolver regalos, las cenas de empresa, comidas con amigos, tener la despensa llena y como no… la casa de revista. Días de autentica locura, donde solo encuentran alivio cuando ya han terminado. Muchas de estas personas sufren lo que viene siendo el síndrome de Grinch del que cada vez se habla más,  o sea, el odiar todo lo que tenga relación con la Navidad:  las aglomeraciones, el consumismo, la decoración, los villancicos, las celebraciones…. 

Y vosotros? sois de los que la disfrutáis o de los que estáis deseando que se terminen?

De lo que no hay duda es de que son fechas de excesos en gastar, en comer, en beber, en trasnochar…. como si no hubiera un mañana. Y luego vienen los “ay ay ay” y los “madre mía madre mía”  🙂 Pero es que estos días son así, ya habrá tiempo de volver a las rutinas. Así tenemos la excusa perfecta para marcarnos objetivos y propósitos de Año Nuevo, no os parece?

Así que, para que no se diga, vamos a disfrutar de esta Red Velvet, que aunque nos dé lástima cortarla ya os aseguro que no da ninguna penita comerla.

Venga… que os cuento cómo hacerla.

Ingredientes: (Para 3 moldes de 18 cm)

300 g harina

120 ml aceite girasol

180 g azúcar

3 huevos “M”

2 cdas. de cacao puro en polvo

1 cta.  extracto de vainilla

250 ml leche + zumo 1/2 limón (para el buttermilk)

1 cta. de bicarbonato

2 cta. de vinagre blanco

1 cta. colmada de colorante en pasta Extra Red de Sugarflair

Para el frosting:

210 g queso crema tipo Philadelphia frío (no light)

250 g mantequilla a temperatura ambiente 

150 g azúcar glass

Para el merengue suizo:

2 claras de huevo

el doble del peso de las claras en azúcar

Unas gotas de zumo de limón

Para la decoración:

Fondant rojo + molde de silicona 

casita de galletas de jengibre

ramitas de romero desecadas + azúcar glass

Antes de comenzar, comentaros algunas cosillas a tener en cuenta:

-Es importante que todos los ingredientes estén a temperatura ambiente.

-El bicarbonato junto con un ácido, en este caso el vinagre, producen una reacción química que propicia que el bizcocho crezca adecuadamente. Pero hay que tener la precaución de no dejar reposar la masa ya que con el transcurso del tiempo el bicarbonato pierde propiedades y no hará su función. Por tanto, lo ideal es precalentar el horno y una vez que hemos vertido la masa en el molde, sin esperar a más lo introducimos en el horno.

-Para hacer esta tarta he usado 3 moldes de 18 cm en lugar de uno solo. De esta forma los bizcochos salen más jugosos y con una miga espectacular. Si no disponéis en casa de tres moldes del mismo tamaño siempre podéis utilizar de aquellos de aluminio de usar y tirar.

-No añadáis más cacao del que os indico o de lo contrario los bizcochos adquirirán un tono marrón nada bonito.  

-Antiguamente el color del bizcocho se lograba gracias al uso de remolacha. En la actualidad usamos colorante alimentario, pero aquí hay que tener cuidado porque no todos funcionan igual. Mi recomendación es que utilicéis uno en pasta y si es concentrado mucho mejor ya con poca cantidad podremos lograr ese color rojo borgoña tan bonito. Los colorantes líquidos aquí no funcionan bien, hay que utilizar mucho y dejan un regusto nada agradable. No soy dada a dar publicidad a las marcas, pero en esta ocasión hago una excepción porque no quiero que os llevéis disgusto usando cualquier colorante. Para mí el mejor es el Extra Red de la marca Sugarflair. No he probado otro igual.

Ahora ya sí, comenzamos. 

Ponemos a precalentar el horno a 170ºC con calor arriba y abajo.

Comenzamos preparando el buttermilk o suero de leche. Para ello pondremos la leche en un vaso y añadimos el zumo de limón.  Removemos un pelín y dejamos que actúe unos 10 minutos o hasta que veamos que tiene aspecto como de leche cortada. Es un ingrediente que se utiliza mucho en repostería americana para dar jugosidad a los bizcochos y creedme… funciona genial. 

Mientras tanto, dejamos preparados nuestros moldes engrasándolos con mantequilla y poniendo un disco de papel vegetal en la base para que los bizcochos se desmolden con facilidad.  Espolvoreamos harina por las paredes del molde y retiramos la sobrante.

Medimos y pesamos todos los ingredientes. Importante tamizar la harina junto con el cacao para que evitar grumos en la mezcla. 

En un recipiente amplio y con unas varillas eléctricas batimos el aceite con el azúcar hasta que estén bien mezclados. Añadimos los huevos de uno en uno, es decir, hasta que no esté integrado el primero no añadimos el segundo. Sin dejar de batir añadimos también la vainilla. Diluimos el colorante en el buttermilk para que quede bien repartido el color.  Añadimos de forma alterna el buttermilk y la harina con el cacao removiendo con unas varillas de mano con movimientos envolventes.  Vamos a procurar no sobrebatir la mezcla para evitar que se desarrolle el gluten de la harina o de lo contrario nos quedará un bizcocho compacto. Finalmente, en un recipiente pequeño vamos a mezclar el vinagre con el bicarbonato y en cuanto empiece a burbujear lo incorporamos rápidamente a la mezcla. Removemos con unas varillas y repartimos la mezcla en los tres moldes. 

Inmediatamente introducimos los tres moldes en el horno a media altura y horneamos durante unos 25-30 minutos. Cuando haya transcurrido más de la mitad del tiempo de horneado podemos abrir un momento la puerta y comprobar la cocción clavando un palillo en el centro. Si vemos que sale limpio o un pelín húmedo ya podemos apagar el horno y dejar la puerta entreabierta unos minutos, terminará de hacerse con el calor residual. Retiramos y dejamos reposar en los moldes unos 10 minutos antes de desmoldar ya que al ser tan tiernos es muy probable que se nos rompan o se deformen apelmazando la miga.  Una vez desmoldado lo dejaremos reposar sobre una rejilla para que enfríen por completo antes de rellenar con el frosting de queso o éste se nos derretirá. Con ayuda de una lira o cuchillo de sierra retiramos el copete a los bizcochos y los dejamos parejos. Lo ideal es hacer los bizcochos la víspera para que se asiente la miga y al día siguiente los nivelamos. Si lo hacéis así procurad envolverlos en film transparente para evitar que se resequen. 

Para preparar el frosting vamos a utilizar mantequilla a temperatura ambiente, es decir, que podamos hundir el dedo en ella. Batimos con varillas eléctricas la mantequilla con el azúcar glass durante unos 5 minutos. Veremos que esponja y toma un color blanquecino. A continuación vamos añadiendo el queso crema en varias veces hasta conseguir una textura cremosa. No hay que sobrebatir la mezcla para que no se caliente o la mantequilla comenzará a derretirse y en lugar de crema haremos hecho una sopa. Si utilizáis una mezcladora tipo K.A. utilizaremos las varillas para batir la mantequilla y cambiaremos a la pala cuando añadamos el queso. Es importante que el queso no sea ligth o la textura no será igual. Si lo usamos ligth habría que añadir más azúcar para que tomase consistencia con lo cual quedaría una crema empalagosa. 

Con nuestra crema ya hecha vamos a montar la tarta. Sobre una base para tartas (si puede ser giratoria mejor) colocamos el primer disco de bizcocho y rellenamos con crema. 

Repetimos la operación hasta terminar con el resto de discos de bizcocho. Vamos a intentar poner la misma cantidad de crema, así el corte de la tarta será más simétrico.

Cubrimos con una ligera capa de crema por todo el contorno y alisamos con una espátula. Llevamos a la nevera mientras preparamos la decoración. 

Estiramos el fondant con un rodillo y lo acomodamos al molde de silicona. Retiramos el excedente de fondant con un cuchillo afilado. Dependiendo del diámetro de la tarta vamos a necesitar hacer más de una pieza. En mi caso he necesitado tres.

Colocamos el fondant por todo el lateral de la tarta y lo acomodamos con las manos suavemente para que el dibujo de relieve no sufra imperfecciones. Reservamos. En este punto ya no llevamos la tarta a la nevera porque el fondant se humedece y se torna chicloso. 

Le toca el turno al merengue. En este caso vamos a preparar un merengue suizo, el cual es perfecto para evitar contaminación por salmonela ya que para su elaboración hemos de pasteurizar las claras previamente. Así nos ahorramos sustos.

Para ello, vamos a mezclar las claras con el azúcar y lo calentamos al baño María hasta que el azúcar se haya disuelto por completo, sin dejar de remover para evitar que las claras se cocinen. El agua no ha de tocar el cazo de las claras o se cuajarán. Cuando pasen unos 10 minutos, nos mojamos los dedos con agua fría y comprobamos que los granillos de azúcar se han disuelto. En ese momento y así en caliente, lo vertemos en el recipiente para montar las claras. Batiremos con varillas eléctricas a velocidad máxima durante unos 15 minutos o hasta que las claras estén bien montadas y frías. Es el momento de añadir el zumo de limón y batiremos un minuto más para integrarlo. El  limón ayuda a estabilizar el merengue y le da brillo.

Repartimos el merengue por la parte superior de la tarta dejando que caiga un poco para producir el efecto nevado.

Las piezas de la casita de galletas las habremos dejado hechas con antelación. En mi caso aproveché que había preparado unas galletas de jengibre y reservé parte de la masa para hacer la casita.  Podéis consultar aquí la receta de las galletas, aunque en este caso no las vamos a pintar de dorado. Montaremos la casita pegando las piezas con glasa real y cubriremos el tejado con merengue.

Ponemos la casita y las ramitas de romero desecadas sobre el merengue y les espolvoreamos azúcar glass por encima para producir ese efecto nieve recién caída.

Y ya tenemos nuestra tarta montada!  

El resultado es un precioso bizcocho de color rojo borgoña, de textura aterciopelada, con una miga húmeda y jugosa y de ligero sabor a cacao. Sin olvidarnos de ese frosting de queso crema que sin él no sería lo mismo. El merengue le da su punto también. La combinación es brutal.

Desde este otro lado de la pantalla desearos una muy FELIZ NAVIDAD, que disfrutéis de los vuestros, que olvidéis por unos días todo aquello que os atormenta y sobre todo que seáis felices.

Ali

TRUCOS:

  • Si a la hora de hacer el frosting  nos damos cuenta de nos hemos olvidado sacar la mantequilla con suficiente antelación del frigo, podemos meterla en el micro unos 5-10 segundos para que se temple y al retirarla batirla enérgicamente. Pero atentos de no pasarnos pues si se derrite ya no nos servirá.
  • A la vez que montamos el merengue podemos frotar el recipiente con una bolsa de gel congelada para acelerar el proceso de enfriado.



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