Para quienes les guste la historia no les será desconocido un hecho que sucedió durante la Primera Guerra Mundial y que fue bautizado como La Tregua de Navidad. Hoy, 25 de diciembre, quiero recordarlo porque, cuando llegan estas fechas no oímos hablar de otra cosa que del espíritu navideño.… de la necesidad de ayudar a los demás…. de ser más bondadosos y tolerantes con el prójimo….. Y es que parece que la Navidad nos enternece el corazón verdad? Y para muestra un botón con aquel suceso acaecido durante esa guerra tan sangrienta en la que murieron miles y miles de soldados, muchos de ellos recién cumplida la mayoría de edad.
Para ponernos en situación, imaginaros el campo de batalla embarrado, con nieve, los soldados con frío, hambre, enfermedades, algunos de ellos mutilados…. un horror. El Kaiser alemán con la intención de subir la moral a sus combatientes y hacerles más llevadera la situación les envió tabaco, alcohol, chocolate, adornos navideños….. La víspera del día de Navidad, aprovechando que la noche era calmada sin artillería ni ofensivas, las tropas alemanas decoraron sus trincheras con luces, encendieron velas y comenzaron a cantar “Noche de Paz”. Bien, pues al parecer los soldados escoceses y franceses que estaban situados al otro lado se unieron al canto en sus respectivos idiomas y así estuvieron durante toda la noche cantando villancicos. La mañana de Navidad los soldados alemanes soltaron las armas y salieron de sus trincheras a tierra de nadie agitando banderas blancas en señal de paz. Pronto el resto de soldados contrarios salieron al encuentro y emocionados se abrazaron entre ellos y compartieron comida, alcohol, fotografías de sus seres queridos, confidencias e incluso jugaron partidos de fútbol.
No os parece conmovedor que soldados que se habían estado matando entre sí, salieran de sus trincheras para confraternizar con el enemigo en busca de un poquito de humanidad entre tanto horror y desesperación? Parece increíble, pero así fue como en los Campos de Flandes, a través de la línea divisoria entre trincheras se produjo la famosa Tregua que, aunque duró pocas horas, devolvió el espíritu humano a los combatientes.
Por lo visto esta tregua se repitió el mismo día durante los años siguientes que duró la guerra.
Bueno y después de este momento tan emotivo vamos con la tarta que nos ocupa hoy. Está compuesta por 3 capas de tierno bizcocho de coco, con un relleno y cobertura de crema de coco y adornada con galletas de jengibre decoradas, simulando casitas holandesas. Pues venga, vamos con la receta.
Para el bizcocho necesitamos:
250 g azúcar
150 g harina
160 ml leche/crema de coco (no bebida de coco)
100 g coco rallado
150 ml aceite girasol
3 huevos “M”
16 g levadura química
esencia de coco.
Para la crema de relleno y cobertura:
1/2 l nata vegetal y esencia de coco
Para las galletas de jengibre:
125 g harina
75 g mantequilla fría
40 g azúcar moreno
15 g almendra molida
1 yema de huevo
1 cda canela en polvo
1 cdta jengibre en polvo
1 pizca nuez moscada
1 pizca de sal
Para la glasa:
Preparado de Royal Icing
El día anterior o un par de días antes vamos a dejar hechas varias preparaciones y así para cuando vayamos a presentar la tarta únicamente tendremos que cubrirla y decorarla.
Comenzamos entonces con el bizcocho. Para ello, en un recipiente amplio mezclamos el aceite junto con el azúcar y la leche de coco, pero ojo! la que se vende en lata, no confundir con la bebida de coco que encontramos normalmente en tetrabrik. Una vez lo tenemos mezclado añadimos los huevos separadamente, es decir, hasta que no se integre el primero no añadimos el segundo y después el tercero. Batiremos durante unos minutos para que la mezcla coja un poco de aire y el bizcocho resulte más esponjoso. Tamizamos la harina junto con la levadura y la vamos añadiendo de poco en poco mezclando con suavidad con unas varillas de mano. Finalmente añadimos el coco rallado y unas gotas de esencia de coco, teniendo en cuenta que suelen ser concentrados, es mejor ir rectificando el sabor. Terminamos de mezclar y pesamos la masa. Obtendremos unos 900 g aprox. que dividiremos en 2 partes para hornear 2 bizcochos.
Precalentamos el horno a 170ºC con calor arriba y abajo. Cubrimos las paredes y la base de un molde con papel vegetal y vertemos la masa para el primer bizcocho. El resto de masa lo dejamos cubierto dentro de la nevera. Horneamos durante 35´, retiramos del horno y dejamos enfriar 5 minutos. A continuación desmoldamos sobre una rejilla y repetimos la operación con la masa restante. Una vez los tengamos hechos, los dejamos enfriar 1 hora, los envolvemos en film para que no se resequen y a la nevera. Cuando estén bien fríos, con ayuda de una lira o un cuchillo de sierra cortamos cada bizcocho en dos retirándoles el copete. La ventaja de utilizar la lira es que nos aseguramos de que todas las capas sean del mismo grosor y bien niveladas.
Continuamos ahora con las galletas de jengibre. Antes de empezar, en un molinillo o procesadora vamos a moler el azúcar moreno. En un recipiente amplio mezclamos la harina tamizada, el azúcar moreno, la almendra molida, las especias, la pizca de sal y la mantequilla fría cortada en dados. Mezclamos con los dedos hasta que se forme una especie de migas. Añadimos entonces la yema de huevo y continuamos cohesionando los ingredientes hasta formar un bloque de masa. Colocamos la masa entre dos papeles de hornear y con ayuda de un rodillo la estiramos hasta dejarla con un grosor de unos 4mm. Dejamos enfriar en la nevera 1/2 h para que endurezca y así poder cortar las galletas con facilidad. Mirad, yo no encontré los cortadores que me interesaban así que opté por dibujarlos en papel vegetal y utilizarlos de plantilla.
Con ayuda de un cuchillo afilado fui cortando la masa. Se tarda más tiempo en hacerlo pero es una buena opción para cuando no encuentras el cortador o simplemente no lo compras para no almacenar más trastos en el armario 😉
Pondremos a precalentar el horno a 180ºC con calor arriba y abajo y mientras tanto dejaremos la bandeja con las galletas ya cortadas en la nevera a enfriar. Deben estar frías al meterlas en el horno porque de esta manera conservarán la forma. Horneamos durante unos 12´aprox. Retiramos del horno y las traspasamos a una rejilla con mucho cuidado porque están muy tiernas y se rompen con facilidad.
Hasta que no esté frías completamente no podemos decorarlas. Para preparar la glasa seguiremos las instrucciones del envase. También podemos hacerla casera pero al contener claras de huevo hay que tener cuidado por el riesgo de intoxicación por salmonela. Aunque también está la opción de sustituir las claras frescas por pasteurizadas o utilizar albúmina o polvo de merengue….. pero, qué queréis que os diga, la que venden ya preparada es fácil de encontrar y comodísima de preparar con lo cual, para qué nos vamos a arriesgar? Cuando la preparemos vamos a procurar que tenga una densidad media, ya que si la dejamos demasiado líquida los dibujos se extenderán emborronando la galleta y si queda muy densa no habrá tu tía que haga los dibujos, pues no saldrá por la boquilla. Hay un detalle a tener en cuenta y es que hemos de batirla a velocidad baja todo el tiempo para que no coja aire, de lo contrario provocaría la formación de microburbujas que estropearían después la decoración ya que la glasa al secarse se cuartearía. Os lo cuento porque esto no lo explican en el envase 😦
Dejaramos también preparados los adornos. Para ello vamos a lavar bien las ramitas de abeto y las bolitas de acebo. Para darles ese aspecto escarchado las pasamos ligeramente por clara de huevo batida y rebozamos en azúcar. Las dejaremos secar sobre papel vegetal.
Para hacer la crema he optado por la nata vegetal para hacerla más…. entre comillas…. saludable. Necesitamos que la nata esté muy fría de nevera y la vamos a batir hasta que esté firme pero no muy dura para poderla manejar bien. En mitad del proceso añadiremos unas gotas de esencia de coco, comenzaremos por 4 ó 5 gotas y añadiremos más según nos guste.
Colocamos la primera de nuestras capas de bizcocho sobre una base giratoria para trabajar mejor y con ayuda de una manga pastelera extendemos la crema.
Habréis visto que en cada capa de bizcocho he clavado un palillo. Es un buen recurso para cuando nos nos ha quedado bien nivelado. Los hemos de colocar antes de dividirlo y en fila india en vertical. Cuando coloquemos las capas de bizcocho una encima de la otra, los palillos nos servirán de guía. En este caso no hacía falta porque lo corté con una lira, pero quería comentároslo por si os ocurre.
Una vez hemos extendido la primera capa de crema, colocamos el segundo bizcocho y repetimos la operación hasta terminar con el último. Untamos ahora una ligera capa de crema por todo el contorno y con una espátula la alisamos para sellar la miga.
Metemos la tarta en la nevera durante 1/2 h para que endurezca un poco la crema. Retiramos del frigo y volvemos a untar crema por todo el contorno, pero esta vez más cantidad.
Y ahora con una espátula o un scraper colocado en ángulo de 90ºC con respecto de la tarta vamos a alisarla todo lo que podamos a la vez que hacemos girar la base. Si queda algún defectillo no os preocupéis porque después con las galletas se disimula 😉
Para finalizar colocamos las galletas por todo el contorno inferior, espolvoreamos la superficie con coco rallado y colocamos el adorno escarchado (evidentemente éste no se come)
Alguien puede resistirse a esto? Yo no, tal cual os lo digo porque, aunque son días de gula…… siempre me dejo un huequito para el postre. Qué sería de mí sino…. !!!! 😉
Y esto es todo por hoy. Desearos que paséis una muy muy FELIZ NAVIDAD. Besos
Ali