
Sé que suena a tópico pero cuando tienes hijos el tiempo pasa mucho más deprisa, o por lo menos esa es la sensación que nos da. Será porque cuando son pequeños empleas prácticamente todo tu tiempo en cuidarlos, te necesitan para todo y no hay lugar para el aburrimiento. Total que al estar tan ocupado, las horas y los días pasan que ni te enteras.
Y casualmente me viene al pelo una frase que leí hace poco que decía: cuando tus hijos sean mayores no van a recordar el dinero que invertiste en sus caprichos sino el tiempo que les dedicaste. Por eso, si de algo puedo presumir en esta vida es de haberle dedicado al mío muchas horas, no sólo en las necesidades básicas sino también en horas de ocio, porque por nada del mundo quería perderme ese período de la niñez que dura unos añitos ya que, por todos es sabido que cuando llega la adolescencia entran en esa etapa de su vida en la que se despegan un poco de ti, escogen su ropa, prefieren salir con sus amigos en lugar de con sus padres, escuchar su música favorita en su habitación… En definitiva, necesitan su espacio, algo que todos hemos hecho a su edad y que forma parte de su evolución como persona.
Por suerte, cuando pasan de la adolescencia entran en esa otra etapa en la que ya les apetece mantener conversaciones familiares, expresar sus opiniones y puntos de vista… compartir momentos cotidianos, hablar de sus proyectos e inquietudes y, como no, se muestran nuevamente cariñosos.
Hoy Alberto cumple 22 años y para celebrarlo le he preparado una tarta que estoy segura le traerá recuerdos de su niñez. Y es que os cuento, cuando era bien pequeño, no sé, tendría unos 4 ó 5 años, no más, le fascinaba todo lo relacionado con el Universo. En serio. Se acurrucaba en el sofá con su padre y se empapaban todos los documentales de Carl Sagan sobre el Cosmos. Y yo mientras tanto, moría de amor al verlos. Tengo esa imagen grabada en mi memoria. Pues bien, le llamaba tanto la atención que para Reyes pidió un juego que vio en un catálogo de esos que te meten en el buzón y que estaba compuesto por una maqueta motorizada del Sistema Solar, la cual a su vez llevaba incorporado un cd-rom interactivo con información sobre planetas y estrellas así como un apartado de preguntas y respuestas. Y ya os podéis imaginar, a esa edad que son esponjas se lo aprendió todo todito. Le sacó un rendimiento brutal al juego. Y la verdad es que resultaba gracioso verlo responder cuántos anillos tiene Saturno… cuál es el planeta más cercano al Sol o a cuál de ellos se le conoce como planeta rojo ☺ Es que era tan pequeño!!!
Así que la tarta de hoy va de eso. Para ello la he cubierto con un glaseado simulando una galaxia, con su Vía Láctea por supuesto. Y para personalizarla he intentado dibujar la constelación de su horóscopo: Virgo. El interior, algo sencillo, la clásica tarta oreo que está tan rica.
Lo ideal para hacer esta tarta es utilizar un molde desmoldable pero que no sea muy alto para poder rellenarlo hasta arriba y así poder nivelar la parte superior con una espátula para lograr una superficie totalmente lisa, ya que las imperfecciones no se disimulan con el glaseado. Pero como mi molde desmoldable es más alto de lo que quería he preferido utilizar un aro que es más bajito. Bueno, en realidad he utilizado dos aros, uno con mayor diámetro que el otro, luego os explicaré el porqué.
Lo mejor de esta tarta es que no necesita horno, porque a ver quién es el valiente que se atreve a encenderlo en pleno agosto 😉 Os cuento como hacerla.
Ingredientes (para un aro o molde de 20 cm):
Para la base:
125 g galletas tipo Oreo (solo la galleta, reservamos el relleno)
75 mantequilla derretida
Para el relleno:
400 g queso crema (tipo Philadelphia)
400 ml nata 35% m/g
El relleno de las galletas + 5 rellenos extra
60 g azúcar
50 ml leche entera
4 hojas de gelatina
Para el glaseado:
50 ml agua
100 g azúcar
100 g glucosa líquida
65 g leche condensada
100 g chocolate blanco
6 g gelatina en hojas (unas 4 hojas)
Colorantes en gel: violeta, azul marino, azul turquesa, negro, rosa y blanco (reservamos un poquito para hacer la constelación)
Purpurina comestible en spray
Sprinkles: bolitas de color plata de dos tamaños y estrellas
Otros: Termómetro de cocina (imprescindible) y tira de acetato especial para alimentación

Antes de nada, comentaros que la razón de utilizar dos aros de distintos tamaños es porque a la hora de cubrirla con el glaseado va a quedar más uniforme y os cuento: la base tiene distinta textura que el relleno, es como más rugosa, por tanto interesa que quede integrada en la tarta y no al mismo nivel ya que como os decía las imperfecciones no se cubren con el glaseado. Por ello, utilizaremos el aro grande para hacer la base y una vez haya enfriado y endurecido la cortamos con el aro pequeño. Si es posible, previamente a hacer la base, pondremos dentro del aro una tira de acetato ya que ésta nos ayudará a desmoldar y quedará impecable.
Dicho esto, comenzamos. Para preparar la base vamos a separar el relleno de las galletas y lo reservamos para la crema. Trituramos las galletas en un molinillo. Que no tenemos molinillo? Pues metemos las galletas en una bolsa tipo zip y con un rodillo las machacamos. Derretimos la mantequilla y mezclamos con el polvo de galletas hasta que se forme una especie de arena húmeda. Si vamos a utilizar un molde desmoldable, lo untaremos con mantequilla y colocaremos encima un círculo de papel vegetal y forraremos el contorno interior con una tira de acetato. Si vamos a usar un aro, pondremos film en la base y después colocaremos el aro grande sobre un plato plano o sobre una base para tartas. Echamos la galleta húmeda y la aplanamos con una cuchara, espátula o incluso con los dedos, de manera que quede lo más uniforme posible. Y llevaremos a la nevera a enfriar y endurecer.

Mientras tanto, vamos a preparar el relleno. Ponemos a hidratar las hojas de gelatina en agua fría. Una vez que se han hidratado, calentamos la leche en el micro y le añadimos la gelatina escurrida. Removemos enérgicamente con un tenedor o varillas pequeñas hasta disolverlas y dejamos enfriar antes de mezclar con el queso crema o de lo contrario podrían formarse grumos de gelatina por el choque de temperaturas cuando entren en contacto. Mientras enfría la gelatina montamos la nata junto con el azúcar, pero cuidado! No la hemos de montar muy firme, sino más bien semi-montada. En cuanto veáis que adquiere cuerpo paráis de montar. Por otro lado, batimos el queso crema con el relleno de las oreo. Tal y como os indico en los ingredientes, yo he añadido 5 rellenos más para potenciar el sabor. Mientras enfría la gelatina hemos de estar pendientes de que no empiece a gelificar y ni se os ocurra meterla en la nevera para ahorrar tiempo de espera!! Cuando la gelatina se haya enfriado la mezclaremos bien con el queso crema y el relleno de la galletas. Si por casualidad se hubieran formado grumitos de gelatina porque aún no estaba del todo fría tranquiiiiiilos!! en esta ocasión tiene arreglo, le pasamos la batidora de cuchillas y aquí no ha pasao na. Pero lo mejor es dejar que enfríe. No seáis impacientes. Las gelatinas tienen esa dificultad, que hemos de usarlas bien o de lo contrario puede ser un completo desastre. Hablo desde la experiencia 🙂 Con esto no pretendo para nada asustaros sino indicaros cómo utilizarla correctamente para que vuestra tarta sea todo un éxito.
Finalmente vamos a ir agregando la nata en dos o tres veces, mezclando con una espátula de silicona y con movimientos envolventes, es decir, de abajo hacia arriba para que no pierda volumen.
Si hemos usado el aro para hacer la base, lo sacamos de la nevera retiramos el film y empujando con cuidado la base de galleta la sacamos y con el aro más pequeño la recortamos.

Al aro más grande también le vamos a poner film transparente en la base y colocamos sobre un plato plano o base de tarta. Nuevamente le pondremos la tira de acetato por todo el lateral interno del aro (a mí en esta ocasión se me olvidó, qué cabecita la mía….) Ponemos la galleta dentro de manera que quede centrada y quede el mismo espacio vacío por todo alrededor. Vertemos la mezcla cuidadosamente rellenando primeramente el hueco y después llenamos hasta el borde.

Con una espátula alisamos la superficie. Podemos darle unos golpecitos al molde contra una superficie plana para que se distribuya bien y no queden huecos. Y de ahí la llevamos directamente al congelador pues para poder glasearla ha de estar completamente congelada. Si hemos utilizado el molde desmoldable, pues igual, rellenamos con la crema hasta la altura que queramos, nivelamos y al congelador.

Continuamos ahora con el glaseado. No os asustéis, es más de lo que parece. Lo hemos de preparar también con antelación, lo ideal es dejarlo el hecho el día anterior para que repose.
Antes de empezar dejaremos preparados los ingredientes. Para ello, los pesamos, troceamos el chocolate blanco bien pequeñito (incluso podemos derretirlo ligeramente en el microondas) y ponemos las hojas de gelatina a hidratar.
Comenzamos poniendo la glucosa, el azúcar y el agua en un cazo a fuego medio y removemos hasta que se disuelva el azúcar. Necesitamos que la mezcla alcance los 103ºC, por ello es imprescindible utilizar un termómetro de cocina. Cuando llegue a esa temperatura, retiramos del fuego, añadimos la leche condensada y removemos. A continuación añadimos el chocolate blanco y repetimos la operación hasta que se forme una crema. Y finalmente agregamos la gelatina removiendo enérgicamente hasta que se disuelva. Nos aseguraremos de que todos los ingredientes están bien integrados y pasamos por un colador a un recipiente de cristal. Necesitamos varios colores que, aunque en un principio os pueda parecer que son muchos, todos contribuyen para que el resultado sea el que buscamos. Por tanto, vamos a preparar 6 recipientes de cristal, uno más grande para el color predominante y el resto más pequeños para los otros colores. Llenamos con el glaseado cada recipiente y añadimos un poco de colorante a cada uno. Añadiremos el color con la punta de un palillo, uno para cada color… se entiende… ;-). Removemos cada glaseado y si queremos darle más tono cogeremos siempre un palillo nuevo para no contaminar el colorante (aparte de que sería una cochinada :-)). Una vez que tenemos todos los colores preparados tapamos con film cada uno y guardamos en la nevera unas 12 horas.
En el momento de utilizarlos los retiramos de la nevera y calentamos en una cazuela al baño María. Podríamos hacerlo en el micro pero siempre y cuando estemos muy pendientes de que no hiervan. Todos han de alcanzar los 32ºC que es la temperatura idónea para bañar este tipo de tarta.

A ver… que no va de un grado, pero no más… ni menos tampoco. Y es que, si el glaseado está más caliente de la cuenta tendrá más fluidez, resbalará demasiado y no quedará adherido, con lo cual se transparentará el interior y, si está más frío de lo debido no escurrirá bien sobre la tarta y quedará cubierta a medias. Y el tema está en que una vez que lo hayamos vertido sobre la tarta ya no hay vuelta atrás, salvo si el glaseado es de un único color que, si ha escurrido demasiado, aún podríamos darle otro baño y salvar los muebles, aunque no os puedo garantizar el resultado porque no lo he probado.
Bueno….. continuamos, que he hecho este inciso para que quedara claro que la temperatura es importante y así evitaros disgustos de última hora 🙂
Bien, pues con nuestros glaseados ya templados, llega el momento de ponerlos juntos. Al recipiente más grande, que es el que contiene el color predominante vamos a ir vertiendo el resto de colores y con una brocheta lo mezclamos un pelín, como si hiciéramos un garabato. Si lo mezclamos mucho se unificará el color. Lo bonito de estos glaseados es que, por mucho que queramos, no habrá dos iguales, parecidos puede pero iguales no, ya que va a depender de la cantidad que añadamos de cada colorante y del movimiento de brocheta que hagamos. Lo que sí tenéis que saber es que, de los colores que os interese resaltar hay que añadir más cantidad. Por ejemplo, en este caso, aparte del color base he añadido más del azul turquesa que del rosa. Pero eso sí, usar todos los colores, pues como os decía antes, cada uno va a aportar su granito de arena para el resultado final, aunque a simple vista no os lo parezca.

Retiramos la tarta del congelador, colocamos sobre una rejilla con un plato o bandeja debajo. Para desmoldarla, si la hemos hecho en un aro, empujamos la tarta desde abajo hacia arriba con cuidado pero con precisión y ésta saldrá sola. A continuación retiramos la tira de acetato. Si no hemos puesto esa tira como me ocurrió a mí, nos va a costar más desmoldarla pero hay un truquito muy recurrente que es calentar durante unos segundos el contorno exterior de la tarta con un soplete de cocina.

Sobre todo tened en cuenta que es un proceso que hay que hacer con rapidez para que no se empiece a derretir la parte exterior, empujamos hacia arriba y la sacamos. Si vemos que se ha revenido un poco la alisamos con una espátula y la metemos unos 5 minutos más en el congelador antes de glasearla.
Si hemos usado un molde desmoldable también es aconsejable usar la tira de acetato, aunque no es tan necesario. Bien, pues con nuestra tarta retirada del molde y nuestro glaseado en su punto comenzamos a verter el glaseado realizando un movimiento de atrás hacia adelante o al revés, eso siempre y cuando queráis que se marque la Vía Láctea como en este caso. Si no queréis que se marque, pues lo vertéis en el centro dejando que rebose por todo el contorno y os quedará muy bonita también.
El glaseado que escurra se puede guardar en un tarro de cristal en la nevera y aprovecharlo para otra preparación, aguanta tranquilamente una semana.
Dejamos que escurra el glaseado por lo menos unos 15 minutos y retiramos los goterones que haya en la base. Yo lo que suelo hacer es: una vez glaseada la meto en la nevera con la rejilla y el plato para que enfríe rápido y gotee menos. Con una espátula retiramos los goterones de la base y traspasamos la tarta a una base de presentación o a un plato plano. Con un spray de purpurina comestible rociamos la tarta para simular el cielo estrellado.

Untamos un palillo en el glaseado blanco que hemos reservado y dibujamos la constelación. Finalmente añadimos los sprinkles.

Dejaremos en la nevera hasta el momento de consumir. Se puede dejar preparada el día anterior porque lo bueno de este glaseado es que es elástico y no se deteriora, además de que está riquísimo. Y aunque los ingredientes que lo componen son una bomba de relojería, pensad que es una capa muy fina la que recubre la tarta y no empalaga.
Para hacer el corte de la tarta lo ideal es calentar el cuchillo en agua caliente y secarlo. Os quedará perfecto.

Pues esto ha sido todo. Es un poco laboriosa y se necesita planificación, pero merece mucho la pena. Tengo que deciros que la combinación de la base de galleta crujiente junto con la mousse del interior y el glaseado de cobertura es realmente deliciosa.
Y ahora sí amigos, os tengo que dejar. Hoy es un día de celebración en mi casa y eso hay que disfrutarlo.
Así que, hasta pronto!! Besos
Ali
Pues como siempre estelar. Y con esta luna llena mejor. Un besotes y a disfrutar del cumple. Un besote
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Gracias Encarna. Un beso bonita.
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