
Se acerca la Semana Santa y me apuesto lo que sea a que en la mayoría de nuestras casas durante estos días no van a faltar los típicos roscos, rosquillas…. o como se les llame dependiendo de la Comunidad en la que vivamos. En mi pueblo se les llama rolletes. Son un dulce tradicional muy nuestro y que estoy segura de que a muchos de vosotros al igual que a mí, os evoca tiernos recuerdos de la niñez. En mi familia la persona que siempre se encargaba de hacerlos era mi abuela materna. Era un amor de persona y qué mano tenía para hacerlos xD! Siendo yo muy chiquita, ella me sentaba con los pies colgando sobre la mesa auxiliar de madera vieja donde preparaba la masa y, fijaros cómo sería la cosa que, con lo movida que yo era…. que no paraba quieta ni un segundo…. en esos momentos conseguía relajarme al verla trabajar con tanto mimo y sin prisas. Junto a ella siempre encontré la tranquilidad que me hacía falta. Ostras….. cómo la adoraba! Con los pegotes de masa que me dejaba yo intentaba imitarla y ya podéis imaginar como saldrían aquellos rolletes, bien sobeteaos..… ejejje… y es que para mí era como jugar con plastilina.
La receta de los rolletes, roscos, rosquillas….. es de aquellas en las que se emplea la temida frase “harina la que admita”, frase peligrosa al mismo tiempo porque si ponemos más de la cuenta nos van a quedar tan duros que para comértelos vas a necesitar un copazo de licor o mojarlos en leche. Por eso a la hora de elaborar la masa, lo ideal es que ésta quede ligeramente pegajosa ya que después, durante el reposo, la harina terminará de absorber los líquidos y resultará manejable. Aún así, recomiendo untarnos ligeramente las manos con aceite a la hora de darles forma.
En cada casa tienen su manera de hacerlos. Hay quien mide los ingredientes tomando como medida medio cascarón del huevo…. o una taza…. o en gramos…. La receta de mi abuela era infalible, medía los ingredientes a cucharadas y, en cuanto a la harina, ella siempre decía que la echaba a ojo porque simplemente con tocar la masa sabía perfectamente cuando no debía añadirle más, algo que aprendí con la práctica a su lado. Y como no podía ser de otra forma, dado que esta entrada va dedicada a ella, he respetado su receta. Lo que sí he hecho es indicaros la cantidad de harina que he utilizado para que os salgan de diez.
Dependiendo de cómo los hagamos de grandes van a salir más cantidad o menos. Los podemos hacer simples o dobles. En casa siempre los hacemos dobles porque quedan más regordetes y se mantienen por más tiempo. Recién hechos están de vicio pero es que al día siguiente aún lo están más. Una vez fritos, los podemos dejar tal cual, rebozarlos en azúcar o bañarlos en un almíbar ligero de anís y cubrir con azúcar. Cada uno que escoja, de cualquiera de las maneras están ricos.
Os cuento cómo hacerlos.
Necesitamos:
3 huevos “L”
9 c/s* de leche
9 c/s de azúcar
9 c/s de anís dulce
9 c/s de aceite oliva
ralladura de 1 naranja
piel de naranja
555 g harina
2 sobres dobles de gasificante (los de van de dos colores)
Otros:
aceite oliva para la fritura
azúcar para rebozar
Primero de todo vamos a aromatizar el aceite. Para ello lo vamos a poner en un cazo junto con la piel de naranja y lo llevamos a fuego medio un minuto o hasta que veamos que se empieza a dorar la naranja. Retiramos, dejamos enfriar por completo y desechamos la piel de naranja.
En un recipiente amplio batimos ligeramente los huevos, añadimos la leche, el azúcar, el anís, el aceite aromatizado frío y la ralladura de naranja. Mezclamos con unas varillas. Tamizamos la harina junto con los sobres dobles de gasificante y vamos añadiendo a la mezcla anterior. Mezclamos primeramente con las varillas y terminamos con una espátula. No la vamos a amasar con las manos. Ojo! Aunque estéis tentados a hacerlo, no añadáis más harina de la que os indico pues a pesar de que veáis que la masa está ligeramente pegajosa, como la hemos de dejar reposar durante una hora, la harina va a terminar de absorber los líquidos y resultará más manejable. Lo dicho, cubrimos con un paño y a reposar una hora.

Mientras tanto vamos a dejar preparado un cazo con abundante aceite de oliva para que floten al freírlos. Os preguntaréis si se puede utilizar aceite de girasol para la fritura pues se dice por ahí que el de oliva deja un sabor más fuerte. Por poder…. claro que se puede, de hecho yo soy la primera que para las frituras dulces lo he usado muchas veces porque ese aceite luego ya no se puede reutilizar y sale más económico la verdad. Pero he comprobado que con aceite de oliva me gustan más. Y si os fijáis si habéis hecho alguna fritura con aceite de girasol, al terminar apenas queda aceite en el cazo, lo que quiere decir que lo que se ha cocinado lo ha absorbido. Con el aceite de oliva no pasa eso, por tanto la fritura queda más ligera y no puede ser muy fuerte el sabor que pueda coger. Además, últimamente he descubierto que el de la variedad picual es el ideal. Pero bueno, yo solo quería comentaros esto por si os es de utilidad.
Después del reposo de la masa, si la tocamos veremos que ya no está pegajosa. Ponemos a calentar el aceite a temperatura media-alta. Importante: el aceite no ha de humear o significará que está demasiado caliente con lo cual los rolletes se quemarán rápidamente por fuera y el interior quedará crudo. Cuando haya alcanzado la temperatura, lo cual podemos comprobar echando un pegote de masa, comenzamos a formar los rolletes al tiempo que los vamos friendo. Así pues, con las manos untadas de aceite comenzamos a darles forma. Si los hacemos simples bastará con coger una porción de masa (unos 20 g) hacer un rulo y pegar bien los extremos. Para hacerlos dobles, cogeremos dos porciones de masa, más o menos del mismo tamaño, hacemos dos bolas, las unimos, aplanamos y hacemos el agujero y lo agrandamos un poco ya que al freírse tiende a cerrarse al aumentar de tamaño.

Y directamente los echamos al aceite. No vamos a freír muchos de una vez pues necesitan espacio para crecer y también para que no baje de golpe la temperatura del aceite. Tardaremos más tiempo en hacerlos pero merecerá la pena. Les iremos dando la vuelta para que se doren por ambos lados.

Conforme se vayan terminando de freír los dejamos sobre papel absorbente y rápidamente antes de que se enfríen los rebozamos en el azúcar o los dejamos tal cual, a gusto del comensal.

La otra opción que os comentaba al principio es la de bañarlos en un almíbar ligero de anís. Para hacer el almíbar pondremos en un cazo el doble de agua que de azúcar y un chorrito/azo de anís dulce. Dejamos que hierva un par de minutos y retiramos. Cuando esté tibio bañamos los rolletes ya fríos pero sin emborracharlos, es decir, los introducimos en el almíbar y les damos un par de vueltas y los dejamos escurrir sobre un colador. A continuación los rebozamos. Yo en alguna ocasión les he dado ese baño y están de escándalo sobre todo para comerlos en el día porque al día siguiente, para mi gusto, pierden un poco y el azúcar de la cobertura se disuelve..…. Por eso, si los he de hacer para que me duren unos cuantos días prefiero sin bañar.
Ya solo tenemos que dejar que se enfríen y a zampar. Aunque os invito a que probéis uno cuando aún está templado, es gloria pura!! Vais a tener que esconderlos…. como os lo digo 🙂
Para conservarlos mi recomendación es que los guardéis en un tupper bien cerrado para que no les entre aire y evitar así que se resequen. O también en bolsas tipo zip de las que se usan para el congelador.
Os muestro el interior, no digáis que no está diciendo cómeme!

Que paséis unas felices Pascuas. Hasta la próxima!
Ali
*c/s: cucharada sopera
CONSEJOS Y SUGERENCIAS:
-Podemos sustituir los dos sobres dobles de gasificante por 1 sobre de levadura + 1 cdta. de bicarbonato.
-El anís se puede sustituir por zumo de naranja.
-Otra forma de hacerlos dobles es hacer una bola más grande, aplanarla, hacerle el agujero central y con un el filo de un cuchillo hacemos una marca por todo el contorno exterior. Pero si la masa es blanda como en este caso, resulta más complicado.
-Podemos añadir canela al azúcar del rebozado.