Cuando oímos hablar de trufas lo primero que visualizamos son las de chocolate cubiertas de cacao. Sin embargo estas sencillas bolitas de ganache, porque eso es lo que son, dan mucho juego. Desde aromatizarlas con licor o esencias y rellenarlas con frutos secos hasta cubrirlas con cacao, fideos de chocolate, coco, azúcar glass….
Yo hoy me he decantado por las de chocolate blanco. La verdad es que no tienen ninguna complicación y son una alternativa a los postres para llevar a cualquier lugar.
Para unas 10 trufas necesitamos:
140 g chocolate blanco
10 g de mantequilla
40 g nata líquida
azúcar glass para rebozar
Sacamos la mantequilla de la nevera un rato antes y así cuando la vayamos a utilizar estará a “punto de pomada” como se suele decir. En un bol colocamos el chocolate troceado o triturado. Calentamos la nata en un cazo o en el microondas y justo cuando empiece a hervir la vertemos sobre el chocolate. Dejamos reposar un par de minutos para que vaya derritiéndose y a continuación removemos con una espátula hasta que se derrita por completo. Seguidamente añadimos la mantequilla ablandada y la integramos en su totalidad. Vertemos en un recipiente, cubrimos con film y dejamos enfriar en la nevera hasta que endurezca.
Hacemos bolitas y las rebozamos en el azúcar glass. Yo lo que suelo hacer es pesarlas en balanza y así salen todas del mismo tamaño.
Con esta cantidad salen unas 10 trufas más o menos, todo depende del tamaño que las hagáis. Las conservaremos en nevera pero las sacaremos 1/4 h antes de consumirlas.
Ya veis que con tan pocos ingredientes podemos hacer unas trufas riquísimas.