“La última y ya”. Pierdo la cuenta de las veces que repito esta frase el día en que cae en mis manos un paquetito de almendras garrapiñadas. Y es que no puedo parar de picotear. Ninguna estrategia me funciona y no será porque no lo haya intentado. He probado de coger un puñadito y guardar el resto para otra ocasión, pero siempre acabo abriendo de nuevo el paquete. He intentado esconderlas para no tenerlas a la vista, pero ni por esas…. al final termino encontrándolas. Será que alguien las cambia de sitio? o que yo no las he querido esconder del todo bien? Creo que va a ser esto último, lo confieso 😉 pero es que sólo de saber que el paquete sigue abierto…. No tengo remedio, sin embargo tengo la excusa perfecta para no tener sentimiento de culpa y es pensar en que las almendras son hiper mega saludables y nos aportan tantos beneficios que incluso se recomienda su consumo diario, sin azúcar claro está. Aunque de vez en cuando podemos permitirnos este capricho no os parece? 😉 Pues venga vamos a empezar que en media hora las tenemos hechas.
Necesitamos:
1 taza de almendras crudas con piel (no cáscara)
1 taza de agua
1 taza de azúcar
Antes de nada indicaros que por muy tentador que os parezca, no intentéis probar las almendras cuando estén caramelizando. Ya sabéis que las quemaduras de caramelo son de las peores que hay. Es fácil despistarse llevados por ese delicioso aroma y con ese color ámbar tan bonito. Así que, lo dicho, concentración y sobre todo los niños fuera de la cocina! 😉
Dejaremos preparada una bandeja forrada con papel vegetal. Comenzamos echando en un cazo amplio las almendras, el agua y el azúcar. Lo llevamos a fuego alto hasta que comience a hervir removiendo para que el azúcar se disuelva. En ese momento bajamos a fuego medio y dejamos que se vaya evaporando el agua removiendo con una cuchara de madera de vez en cuando. Este proceso nos va a llevar de entre 20 a 25´aprox. No seáis impacientes, todo llega. Si lo hacemos a fuego alto quemaremos el caramelo y será un desastre.
Vamos a ir viendo los diferentes estados por los que va a pasar el caramelo. En un principio veremos que se va formando un almíbar de color ámbar que va espesando cada vez más. A partir de ese momento removeremos a menudo para evitar que se quemen las almendras. Cuando ya se haya consumido gran parte del agua, se habrá formado un caramelo que pronto veremos cómo pasa de estado líquido a sólido ya que el azúcar va a adquirir una textura granulosa, como una arenilla blanquecina que se queda pegada en el fondo y por las paredes del cazo.
En este punto, rascaremos ese granulado con la cuchara de madera para desprenderlo y subiremos un poco el fuego para que el azúcar comience a caramelizar de nuevo y cubra las almendras. Aquí sí que tenemos que espabilar y remover sin parar. En cuanto veamos que el caramelo se pega a las almendras y ya no está blanquecino las sacamos rápidamente a la bandeja que habíamos preparado. Las extenderemos rápidamente con un tenedor mojado. Una vez frías las separaremos del todo.
Hemos de tener la precaución de retirarlas en el momento que os he indicado ya que si dejamos que el azúcar funda del todo, las almendras no quedarán garrapiñadas con ese aspecto rocoso sino más bien mojadas en una ligera capa de caramelo y tendríamos que comenzar de nuevo el proceso.
Qué tentación xD!!! Me van a tener que atar las manos 🙂
Consejos y Sugerencias:
*Se conservarán en perfecto estado durante días si las guardamos en un frasco de cristal y en lugar fresco y seco.
*Con este mismo proceso podemos garrapiñar nueces, cacahuetes….
Os dejo que me voy a pecar un poquito, pero sólo un poquito 😉 Hasta la próxima.
Ali