
Cuántas veces habremos oído decir aquello de que los amigos son la familia que uno escoge, verdad? Y no me refiero a aquellos que solo están para los momentos buenos, no. Hablo de los que están a tu lado de manera desinteresada, que se alegran cuando las cosas te van bien y te arropan en tus peores momentos. Los que perdonan tus errores sin exigencias ni presiones. Aquellos que se sienten felices cuando tú eres feliz, que te permiten ser tú mismo y te aceptan tal y como eres sin juzgarte porque ante todo hay respeto. Aquellos en los que confías plenamente porque no hay cabida para la envidia, el egoísmo o la manipulación. Y no importa el tiempo que pase y los kilómetros que haya de por medio, sabes que siempre estarán ahí cuando los necesites. Y esto queridos, no pasa muchas veces en la vida. Qué verdad más grande aquella que dice que los amigos de verdad se cuentan con los dedos de una mano. En mi caso es así y creedme, me siento realmente afortunada, porque esos amigos que yo he elegido se han convertido en mi familia. Por eso, cuando Óscar se dirige a mí como la tita Ali, me engordo cuatro kilos jejjje…..
Óscar es un guapísimo jovencito al que he visto crecer y hace tan solo unos días que ha cumplido la mayoría de edad. Cuántas anécdotas habremos vivido con él…. la mayoría de ellas divertidas gracias a ese carácter suyo tan afable y extrovertido. Apasionado de las motos, es capaz de arreglar una avería en la bomba de combustible con los ojos cerrados. Creedme, es así. De ahí que la tarta que le hice tuviera esa temática. Y más personalizada no pudo ser pues la fotografía que aparece en la parte frontal es de él in person. Pude engañarle para que posara con su casco y con ayuda del editor la convertí en cómic. Total que como me gustó tanto el resultado encargué imprimirla en papel de azúcar. El papel de azúcar como ya os he comentado en otras ocasiones es una especie de oblea flexible con sabor avainillado. Y como el tema iba de motos pensé que unas ruedas y unos engranajes le irían que ni pintao, para lo cual utilicé fondant negro y unos moldes de silicona que después veréis. No tuve más remedio que comprarlos a la vista de los intentos fallidos a la hora de hacerlos con estas manitas. Aún así, tela telita….. trabajo de chinos nunca mejor dicho jejejej, ya que las piezas eran tan delgadas que prácticamente era imposible que salieran enteras. Sin embargo, la ocasión merecía insistir tantas veces como hiciera falta hasta lograr sacarlas. Después con ayuda de un pincel y colorante metálico plateado pinté los radios intentando darles un aire desgastado y con colorante dorado les dí unas pinceladas simulando manchas de barro. Con fondant blanco moldeé las matrículas y con rotulador comestible escribí en una el año en que nació y en la otra la palabra Quintos. Para quien no sepa qué significa os contaré que Los Quintos es una fiesta tradicional que se celebra en la localidad donde él reside y está dedicada a los chicos que en teoría debían de incorporarse al servicio militar obligatorio y, aunque éste ya fue eliminado, la fiesta se celebra igualmente. El topper con su nombre está hecho en metacrilato por cortesía de @artdecoribera
Mirad, os cuento cómo hacerla. Esta tarta lleva 8 capas de bizcocho para lo cual
se necesitan 2 bizcochos cuadrados de 18 cm diámetro y para cada uno de ellos necesitamos:
125 g yogur tipo griego
160 g harina
50 g cacao puro en polvo
250 g azúcar
125 ml aceite girasol
3 huevos “M”
12 g levadura química
Para el almíbar:
agua y azúcar a partes iguales
Para el relleno y cobertura:
1 l nata vegetal muy fría
3 cdas soperas de cacao puro en polvo
Para los adornos:
impresión comestible en papel de azúcar
fondant negro y blanco
colorantes metálicos líquidos de color plata y oro
Comenzamos preparando los bizcochos la víspera para que se asienten y se puedan cortar bien sin romperlos. Precalentamos el horno a 170ºC con calor arriba y abajo. Para el primero de ellos mezclamos el yogur, el aceite y el azúcar hasta que se integren. A continuación añadimos los huevos de uno en uno, es decir, hasta que no se integre el primero no añadimos el segundo y después el tercero. Es aconsejable que los huevos estén a temperatura ambiente, el resultado es mejor. A continuación tamizamos la harina junto con la levadura y el cacao y la vamos añadiendo a la preparación anterior al tiempo que mezclamos con unas varillas de mano. Engrasamos un molde cuadrado de 18 cm. de diámetro y lo forramos con papel vegetal para desmoldarlo después fácilmente. Vertemos la masa en el molde y en cuanto el horno alcance la temperatura lo introducimos en la rejilla del medio. Horneamos durante 45 minutos aprox. dependiendo de cada horno. Retiramos del horno, dejamos enfriar 5 minutos en el molde y a continuación desmoldamos. Antes de que enfríe por completo lo vamos a envolver en film para que no se reseque y se mantenga tierno. Repetimos la operación para hacer el otro bizcocho. Al día siguiente dividimos cada bizcocho en 4 capas cada uno, bien con una lira o con cuchillo de sierra (por ej. el del pan).

El día anterior vamos a dejar preparado también el almíbar para que enfríe y coja textura. Para ello, pondremos a hervir durante un minuto el agua junto con el azúcar. Vertemos en un frasco de cristal, dejamos enfriar y tapamos.
De la cantidad de nata que os indico vamos a retirar 300 ml y la montamos con las varillas eléctricas hasta que tome consistencia. Os recuerdo que la nata ha de estar bien fría. Y no la vamos a montar mucho para que no quede muy dura. No temáis porque se venga abajo porque no lo hará, en el punto en que la dejemos así se mantendrá todo el tiempo. La reservamos hasta el momento de utilizarla.
La nata vegetal es fabulosa porque una vez montada no necesita conservación en frío y a mí en este caso me venía genial. Tiene la ventaja de que si nos pasamos con el batido jamás se hará mantequilla como pasa con la nata de origen animal. Admite saborizantes, colorantes y dependiendo de la consistencia que le demos podemos utilizarla tanto para relleno como para cobertura y decoraciones. Y ya que hablamos de ventajas, deciros que es uno de los alimentos considerados saludables, por lo que nuestro corazón nos lo agradecerá. Por ponerle un pero, normalmente ya viene azucarada y para mi gusto más de la cuenta. Así que para contrarrestar ese dulzor nada mejor que utilizar cacao puro en polvo ya que éste al ser amargo equilibrará el sabor. La trufa resultante queda fantástica, riquísima, me atrevería a decir que incluso mejor que con la nata de toda la vida, en serio.
Para hacer la trufa basta con añadir el cacao a la nata fría restante y con unas varillas eléctricas la montamos hasta que tome la misma consistencia que la anterior.
Comenzamos con el montaje de la tarta. Colocamos la primera capa de bizcocho sobre una base y lo pincelamos ligeramente con el almíbar. Con ayuda de una manga pastelera hacemos un cerco con la nata por todo el borde del bizcocho y rellenamos el centro con la trufa.

Colocamos la otra capa de bizcocho y repetimos la operación. Así hasta terminar con todas.
Ahora vamos a cubrir la tarta entera con una capa de nata.

Con una espátula la alisamos por los cuatro lados y por la parte superior. No es necesario que quede perfecta porque después va a ir cubierta. Dejamos reposar en nevera durante una hora más o menos para que se asiente.

En cuanto a las decoraciones, éstas son las que vamos a utilizar: Ruedas, engranajes, tornillos y llaves hechos con fondant negro y con ayuda de los moldes de silicona. Matrículas que también hechas con fondant blanco y dibujadas con rotulador comestible de color negro.
Una vez hechas las piezas se pintan y se dejan secar como mínimo un día.

Después hay que formar la estructura pegando las piezas entre ellas con un pelín de agua o pegamento comestible. Y dejar secar nuevamente.

También vamos a utilizar la impresión comestible en papel de azúcar con la fotografía de Óscar para la parte frontal y tres hojas más en color blanco para el resto de laterales. Estas piezas se pueden pegar directamente a la tarta siempre que tenga una cobertura donde adherirse como puede ser nata, buttercream, ganache….. Sin embargo, con la humedad de la cobertura el papel de azúcar tiende a deformarse ligeramente. Por ello, lo ideal es pegar las piezas directamente sobre una fina capa de fondant con un pelín de agua o con pegamento comestible.

Volvemos a la tarta. Pasada la hora retiramos la tarta de la nevera y la trasladamos a la base de presentación. Tomamos la medida de los cuatro lados y cortamos los cuatro trozos del papel de azúcar. Con un rodillo estiramos el fondant y con un pelín de agua pegamos el primer trozo de papel de azúcar. Después con un cuchillo afilado retiramos el sobrante de fondant. Y a continuación lo colocamos sobre uno de los laterales y lo acomodamos con las manos. Haremos lo mismo con todos los lados. Hemos de tener especial cuidado de que no se moje el dibujo porque se emborronará. En la parte superior de la tarta solo vamos a colocar una fina capa de fondant.

De no ser porque la tarta iba a viajar 500 km hasta llegar a su destino, quizá solo hubiera colocado el papel de azúcar con la fotografía, dejando el resto de laterales únicamente con la cobertura de nata, pero para evitar cualquier sustito, ya sabéis…… una curva muy cerrada o un frenazo repentino…. y que pudiera sufrir algún percance, preferí hacerlo así para que estuviera más protegida. Finalmente colocamos el resto de elementos de la decoración y el topper con su nombre. Y ya la tenemos!!

Jo….. tendríais que haber visto la cara de sorpresa de Óscar. Le hizo tremenda ilusión. Y a mí también. Muchísimas felicidades wapetón.
Hasta la próxima. Besos
Ali
Madre mía, increíble lo que haces una maravilla, bueno a Óscar imagino le encantó verla y comérsela. Saludos
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Gracias Encarna. Óscar muy contento, era un día especial para él. Un abrazo wapísima.
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Impresionante!!! Me encanta! Menudo detallazo! Aunque no esté al día de tus recetas que sepas que te sigo siguiendo con mucho cariño y que os echo mucho de menos. Espero que estéis todos bien! Un enorme besazo y a ver si hay suerte y podemos volver a cruzar nuestros caminos. Un besazo enorme Ali! 😘🥰
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Muchas Gracias Isa. Yo también te echo mucho de menos. Seguro que en tu nuevo destino estarán encantados contigo por esa alegría que irradias siempre. Espero que estés bien y a ver si es verdad que algún día
nos volveremos a ver. Sería estupendo. Un fortísimo abrazo corazón.
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