
Esta noche se celebra Halloween. Lo que significa que desde primera hora de la mañana ya estoy en modo alerta porque no os hacéis una idea de cómo soy de asustadiza… algo que por suerte o por desgracia da mucho juego, ya lo creo que si da.… Mirad, cuando éramos pequeñas, mi hermana se lo pasaba en grande escondiéndose detrás de las puertas para aparecer a mi paso. Y yo confiada de que no había nadie en casa, como podéis imaginar mis gritos de pavor se podían oír en cien km a la redonda. Sí sí… muy cómico cuando le pasa a otro, si. Pero bueno… es que es ahora y me pasa lo mismo, me asusto con una facilidad tremenda, sobre todo cuando estoy concentrada y alguien se acerca a decirme algo. Es tal mi sobresalto que yo creo que el infarto le puede dar perfectamente a la otra persona antes que a mí 🙂 Y ya no os cuento…. ver conmigo una película de terror es….. nunca mejor dicho: terrorífico, ajahajh. En fin, esto es algo que viene de serie y no se puede evitar.
Aunque para susto, el que nos llevamos mis amigos y yo en una ocasión. La historia es de traca la verdad. Veréis, era una noche de verano allá por el año 1984. Alguien de nosotros sugirió acercarnos al cementerio del pueblo por aquello de sentir emociones fuertes. Éramos adolescentes y a esa edad aparentábamos ser todos muy valientes. Total que decidimos que sí, que hacíamos la excursión y además nos íbamos a llevar una grabadora para recoger posibles psicofonías. Síiii…. muy chulitos todos. Era media noche, había luna llena y teníamos la sensibilidad a flor de piel.
Al llegar allí, para nuestra sorpresa la verja estaba abierta por lo que, aun con duda de unos y otros, finalmente entramos. Nos sentamos en el suelo en círculo y comenzamos a contar fábulas e historias de miedo, de aquellas que al principio te las tomas a risa, pero que cuando llevas escuchando unas cuantas empiezas a sugestionarte de tal manera que cualquier sonido por pequeño que sea hace salir la bestia que llevas dentro.
Estando todos sobrecogidos, nos pareció ver en la pared unas sombras en movimiento pero le quitamos importancia pensando que era producto de nuestra imaginación o quizá era la sombra de uno de los cipreses que se movía por el viento. Al poco, empezamos a escuchar sonidos extraños…. como una especie de susurros o jadeos… no sé deciros exactamente. Ahí ya empezamos a inquietarnos. Pero lo más fuerte fue cuando, sin esperarlo, la verja se cerró con una velocidad espantosa. Podéis imaginar… ese sobresalto hizo que nuestras pulsaciones se aceleraran tanto que, con el subidón de adrenalina y el corazón bombeando a todo lo que daba, sin pensarlo dos veces pusimos pies en polvorosa para huir de allí. Al llegar a la verja y estar cerrada, creedme si os digo que ninguno fuimos capaces de abrirla por el bloqueo mental que teníamos encima, ya no sabíamos si se abría hacia adentro o hacia afuera….. ayyy xDios! Por si era poco, los susurros se oían cada vez más cerca. Allí un momento de máxima tensión no se lo deseo ni a mi peor enemigo. Dicen que cuando nuestro cerebro está ocupado en la defensa se olvida de controlar otras cosas, por lo que es posible que más de uno en aquel instante se hiciera pis. Como sabéis el miedo es contagioso y aquella noche se apoderó de todos nosotros de manera que no éramos capaces de distinguir la realidad de lo imaginario. Total que entre gritos de pánico logramos salir de allí y llegar al pueblo, cuesta arriba y sin mirar atrás, cada uno a sus uñas… pues nadie estaba por la labor de esperar al resto. Es increíble cómo somos capaces de reaccionar ante una situación de peligro, nunca creí que podría correr tan rápido. Cuando quisimos comprobar si estábamos todos, fue cuando nos dimos cuenta de que habíamos sido víctimas de una broma pesada al ver aparecer a dos de nuestros amigos, los cuales habían maquinado la broma, riéndose a lo lejos. Dicen que a quien hay que tenerle miedo es a los vivos, no digo que no, pero también digo que la sugestión te crea tal desasosiego que no es nada fácil de controlar. Hace muchos años de aquello pero lo recuerdo como si fuera ayer, aunque ahora claro está….. con humor. Tiempo después nos preguntamos qué sería de aquella grabadora, allí se quedó. Recogería alguna psicofonía?? Quién sabe. Seguro que nuestros gritos sí, mae mía.…
Y vosotros qué? habéis vivido alguna experiencia igual o parecida? Por cierto, qué planes tenéis para esta noche? Yo por lo pronto voy a tomar un pedacito de esta deliciosa tarta que está de muerte. Y es que…. si hoy he de pasar miedo por lo menos que me pille con buen sabor de boca 🙂
Ingredientes (para un molde de 15 x 7 cm):
300 g harina
120 ml aceite girasol
320 g azúcar
2 huevos “L”
1 c/sopera de cacao puro
250 ml leche + zumo 1/2 limón (para el buttermilk)
1 c/postre bicarbonato
1 c/postre vinagre blanco
colorante en pasta color púrpura
Para el relleno y cobertura:
50 g claras de huevo
100 g azúcar
200 g mantequilla a temperatura ambiente
50 g Cacao Black de Van Houten
1 pizca colorante negro en pasta
Para la decoración:
Fondant negro
Molde silicona forma calavera
Comenzamos con el bizcocho. Vamos a dejar el molde preparado, untándolo con mantequilla y colocando en la base un disco de papel. Las paredes las vamos a espolvorear con harina y retiramos el sobrante. Con esta preparación tan simple no tendremos ningún problema al desmoldarlo. También vamos a poner a precalentar el horno a 175ºC con calor arriba y abajo. Mirar, yo el bizcocho suelo prepararlo la víspera para que repose y no se desmigue al dividirlo en capas, vosotros como queráis, pero si lo hacéis el mismo día, tened en cuenta que hay que dejarlo enfriar antes de cortarlo para que no se desmigue. Antes de nada vamos a dejar preparado el buttermilk (a no ser que lo encontréis en el supermercado y decidáis comprarlo). Para ello pondremos la leche en un vaso y le añadimos el zumo de limón colado. No removemos la mezcla para nada, simplemente la dejamos reposar 10-15 minutos. Veremos que está listo cuando tenga aspecto de leche cortada, tranquilos, es así como ha de estar. Este es un producto que se utiliza mucho en la repostería americana y la verdad es que da buenos resultados. El equivalente a utilizar sería crema agria o yogurt. Tamizamos la harina y el cacao por separado y reservamos hasta el momento de utilizarlos. Y ahora sí que sí, vamos con la preparación del bizcocho. En un recipiente amplio vamos a batir los huevos junto con el azúcar a velocidad alta hasta que aumenten de volumen. Sin dejar de batir y a velocidad mínima el resto del tiempo, vamos añadiendo el aceite de girasol en forma de hilo, seguidamente el cacao tamizado y a continuación el buttermilk. Vamos incorporando la harina de poco en poco y el colorante, ajustando la cantidad hasta lograr el color deseado. Mi recomendación es que utilicéis un colorante en pasta porque suelen ser más concentrados y con poco tenemos suficiente. Finalmente, vamos a mezclar el bicarbonato junto con el vinagre y cuando burbujee lo añadimos inmediatamente a la mezcla y revolvemos bien. Vertemos toda la masa en el molde y llevamos al horno, concretamente al nivel medio. Horneamos durante 1h aprox. dependiendo de cada horno. Podemos abrir el horno ¼ h antes y pinchar en el centro con una brocheta para comprobar la cocción. Tampoco conviene que se recueza en el horno. Retiramos, dejamos reposar en el molde 10 minutos, desmoldamos y dejamos enfriar por completo antes de cortarlo y rellenarlo. Si lo hacemos el día anterior, lo dejamos templar y envolvemos en film para evitar que se reseque. Lo conservamos a temperatura ambiente. Al día siguiente, con ayuda de una lira o de un cuchillo de sierra, lo dividimos en tres.

Rellenaremos y cubriremos nuestra tarta con una buttercream de merengue suizo negra. Y os preguntaréis cómo es posible que quede tan negra…. creéis que utilizando mucho colorante? Pues mirad, el secreto está en utilizar cacao puro en polvo, pero no uno cualquiera sino concretamente el Cacao Black de marca Van Houten, que es negrooooo…. negro. Como habréis observado no soy dada a hacer publicidad de marcas, pero en este caso debía hacerlo, ya sabéis que no tengo secretos para vosotros. Esta buttercream negra la descubrí en una publicación de Juan Andrés de (enlace) un blog maravilloso que invito a que echéis un vistazo porque no os va a dejar indiferentes. Yo he seguido sus indicaciones pero con alguna pequeña variación y ha quedado perfecta también.
Comentaros que para elaborarla es impresdindible utilizar una batidora/mezcladora, es decir, aquella que lleva los accesorios de varillas y pala, pues necesitamos los dos. Lo siento, pero es así, solo con varillas será muy complicado sacarla adelante.
Comenzaremos poniendo las claras junto con el azúcar en un cazo y éste a su vez sobre otro cazo mayor con agua para hacer un baño María. Importante que el agua no toque el cazo que contiene las claras para evitar que se cuajen, necesitamos solo el vapor del agua. Con unas varillas removemos la mezcla constantemente durante unos 5-10 minutos aprox. o hasta que el azúcar se haya disuelto por completo, lo cual podemos comprobar tocando con las yemas de los dedos y frotándolos. Si no hay gránulos de azúcar retiramos y vertemos en el recipiente de la batidora de varillas. Montamos a velocidad alta hasta lograr un merengue firme y a temperatura ambiente, lo cual podemos comprobar tocando el bol, si está caliente seguimos batiendo hasta que éste enfríe. Mirad yo tengo un truquito infalible y es utilizar una bolsa de aquellas de gel que se ponen en el congelador. La voy pasando por la parte externa del bol y lo voy enfriando.
Una vez que el merengue está listo paramos y cambiamos la varilla por el accesorio de pala y ahora a velocidad baja, insisto, a velocidad baja, vamos a ir añadiendo la mantequilla de poco en poco para que se vaya integrando. De vez en cuando paramos la máquina y con una lengua de cocina bajamos los restos que se han quedado por las paredes y continuamos mezclando. Una vez tenemos la crema hecha vamos a ir añadiendo poco a poco el cacao tamizado y dejando que se integre. Finalmente añadimos una pizca de colorante para ayudarle a alcanzar el tono. Pondremos solo un poco porque con el reposo se intensifica el color.

Días antes dejaremos hechas las calaveras de la decoración para que se sequen. Vamos a utilizar fondant negro, el cual dividiremos en porciones y amasaremos con las manos para ablandarlo. El molde lo vamos a espolvorear con harina de maíz para asegurarnos de que las figuras salgan fácilmente y enteras. Introducimos el fondant en cada una de las cavidades y dejamos secar durante un día. Sacamos del molde, nos untamos las manos con manteca de cacao y las frotamos para retirar los restos de harina de maíz. Dejamos secar. Mola el molde, eh? En realidad es una cubitera para hielos pero me viene genial.

Vamos ya con el montaje de la tarta. Sobre una base giratoria colocamos el primer bizcocho y extendemos una capa de buttercream. Yo suelo utilizar una manga pastelera para asegurarme de que entre bizcocho y bizcocho lleven la misma cantidad de relleno.

Repetimos la operación hasta colocar el ultimo bizcocho a modo de tapa. Cubrimos toda la tarta con buttercream.

Pasamos una paleta alisadora por todo el contorno de la tarta para retirar el exceso de crema y alisamos la superficie.

Normalmente este proceso se suele hacer dos veces, es decir, la primera sería una cobertura ligera que serviría para sujetar la miga, llevaríamos la tarta al frigo a endurecer para después darle una segunda cobertura con más cantidad. Pero esta vez no lo he hecho así, la he cubierto solo una vez para que no resultase empalagosa.

Tan solo nos queda decorar con las calaveras y a disfrutarla. Apetece un trocito? No me digáis que os da miedo cogerlo ajahhajj….

Desearos una divertida noche de Halloween y si hacéis alguna cosita especial me contáis.
Besos terroríficos!!!
Ali