
Independientemente de si nos gusta más o nos gusta menos la Navidad, hay que reconocer que es la época más mágica del año. Comenzando con el alumbrado de las calles, la iluminación del árbol, la decoración de los escaparates, los villancicos y cómo no…. los mercadillos navideños. Se crea un ambiente de buenos sentimientos y sobre todo de buena onda entre las personas con derroche de paz, armonía y felicidad. Que no sé vosotros… pero yo tengo la impresión de que en estas fechas vivimos una especie de maratón para ver quién es el más bueno, pues: participamos en las campañas de recogida de alimentos y juguetes… somos más bondadosos y amables…. nos enfadamos menos… mostramos empatía con el que tenemos al lado….. hacemos obras de caridad… compartimos lo que tenemos…. hacemos donaciones… Vamos… lo que viene siendo el Espíritu Navideño. Lástima que tenga fecha de caducidad. La otra cara de la moneda es la locura colectiva que se genera con los bombardeos televisivos de perfumes, turrones y juguetes, la planificación de los menús, la decoración de nuestras casas, los cierres de cuentas anuales, las cenas de trabajo, reuniones familiares, compromisos…. sin olvidarnos de las compras de regalos a última hora… que eso es otra, van pasando los días y cuando nos queremos dar cuenta se nos han echao encima las Fiestas y otra vez a correr en busca de ese artículo que tanto querías y que ya está agotado en todos los centros comerciales. Entonces decides comprarlo vía online y resulta que queda uno en stock y es como… Wooooww!!! Tus pulsaciones se aceleran de la emoción hasta que te das cuenta de que la fecha aproximada de entrega es pasadas las Fiestas y ahí te desinflas como un globo, por lo que finalmente terminas comprando un pijama gracioso a juego con las pantuflas que es lo más socorrido en estos casos. Sin duda, la cosa tiene un puntito de estresante. Por eso, no es de extrañar que haya quien odie estos días y esté deseando que pasen lo antes posible para volver a la rutina diaria.
Y si teníamos poco con eso, yo os propongo preparar un turrón de chocolate y avellanas que lucirá precioso en vuestras bandejas de dulces. Es el clásico turrón de chocolate pero al que le vamos a dar protagonismo con ese dibujo vintage tan navideño. Se trata de una lámina de chocotransfer, una especie de calcomanía comestible para entendernos. Esta lámina tiene dos caras: una en tono mate que es de manteca de cacao y que será la que entre en contacto con el chocolate y otra cara brillante que es de acetato. Hemos de tener especial precaución de no arañar la parte mate ya que es muy delicada y se ralla con facilidad estropeando el dibujo, lo cual afectaría al resultado final. Estas láminas las podemos encontrar fácilmente en páginas web de artículos de repostería. En este caso, el dibujo lo busqué por internet y lo encargué imprimir con las medidas del molde de turrón. Para que los colores del chocotransfer se mantengan intactos se han de transferir a chocolate blanco, de ahí que así sea la primera capa y el resto de chocolate negro. Aunque también podemos hacerlo todo de chocolate blanco con pistachos por ejemplo…. Cada cual que lo haga como más le guste. Evidentemente, no es imprescindible usar una impresión comestible. Y en cuanto al molde de turrón, si no disponemos de él podemos apañarnos perfectamente con un recipiente rectangular o recortando un simple cartón de leche. Así que no hay excusa 😉
Os cuento cómo hacerlo. Mirad, para un molde rectangular de 8 x 20 cm necesitamos:
Para la capa de chocolate blanco:
150 g chocolate blanco especial postres
15 g manteca de cerdo ibérica
Para la capa de chocolate y avellanas:
200 g chocolate 70% cacao especial postres
32 g manteca de cerdo ibérica
125 g avellanas tostadas y peladas
Para la capa final de chocolate:
100 g chocolate 70% cacao especial postres
16 g manteca de cerdo ibérica
Comenzamos forrando nuestro molde con papel vegetal que pegaremos con un poco de mantequilla. De esta manera el turrón se desmoldará sin problemas. Recortamos la lámina de chocotransfer y la acomodamos al molde con la parte mate hacia arriba.

A continuación derretimos el chocolate blanco junto con la manteca al baño María. La función de la manteca es la de dar untuosidad al turrón y que no esté duro. Podemos sustituirla por mantequilla, pero no alcanzará el mismo nivel de excelencia, ejem….. 😉 Para hacer el baño María vamos a llevar a fuego medio-alto un cazo con agua (unos tres dedos) y colocar otro cazo encima con el chocolate troceado y la manteca. Este cazo no ha de tocar el agua, con el vapor será suficiente. Lo iremos removiendo de vez en cuando hasta que esté derretido por completo. Retiramos el cazo del fuego y vertemos el chocolate sobre el chocotransfer. Damos un par de golpes al molde para acomodarlo y también para que explote cualquier burbuja que se haya formado y que impediría una buena transferencia. Y lo llevamos a la nevera para endurecer.

Para la segunda capa vamos a derretir el chocolate negro junto con la manteca al baño María como la vez anterior. A continuación agregamos las avellanas y mezclamos hasta que queden todas impregnadas. Mmmm… no me digáis que no apetece meterse una cucharada de esta mezcla en la boca… me pirra!

A continuación echamos sobre la capa de chocolate blanco y repartimos las avellanas por todo el molde. Damos otro golpecito al molde y llevamos de nuevo a la nevera a endurecer.

Si no hubiera utilizado el chocotransfer lo habría dejado así tal cual y lo serviría como se muestra en la foto, es decir, la parte plana abajo y la de las avellanas marcadas hacia arriba, me parece que queda precioso. Pero, como en este caso el turrón hay que voltearlo para que se vea el dibujo, la base quedaría irregular, por lo que vamos a verter una última fina capa de chocolate fundido para terminar de cubrir las avellanas y que nos quede liso. Así que, volvemos a repetir la operación derritiendo el chocolate de la capa final con la manteca y vertemos sobre la capa de chocolate con avellanas previamente endurecida.

Volvemos a llevar al frigo y lo dejamos solidificar durante unas horas. Desmoldamos, retiramos el acetato y es ahora cuando surge la magia, el dibujo se ha transferido perfectamente. Este es uno de los momentos más emocionantes os lo aseguro.

Y ahora viene a mejor parte, la de hincarle el diente a este delicioso turrón que no va a dejar a nadie indiferente. Puede que nos dé penita empezarlo y quisiéramos que luciera siempre en la bandeja verdad? Peroooo, qué leches!!!…. AL TURRÓN!!!! Para qué lo hemos hecho? Pues eso…. para comerlo.

Para finalizar la entrada de hoy, desde este otro lado de la pantalla desearos unas muy buenas Fiestas, que disfrutéis de los vuestros, que por unos días dejéis a un lado todo aquello que os atormenta y sobre todo que seáis muy muy felices. Hasta pronto.
Ali